‘Taranta’ no es el palo flamenco y no se trata pues de una noche de cantes mineros. Si donde pone ‘taranta’ uno lee ‘tarántula’ la cosa cambia. Y se entiende mejor. La ‘Noche de la tarántula’ es el nombre de una fiesta popular que se celebra en pueblos de Salento, región de Apulia (Puglia, en italiano), en agosto.
Tiene que ver con un ritual de curación contra la picadura de la tarántula. Para que la víctima, imaginaria o real, de uno de esos arácnidos durante el trabajo en el campo se curara se recurría a músicos que, con sus panderetas, tocaban hasta alejar definitivamente el mal. Se supone que el sudor provocado por la frenética danza actuaba a modo de repelente del veneno de la araña en el cuerpo de la mujer. Por eso, la afectada debía bailar sin desmayo en ese exorcismo purificador. Para el significado antropológico cabe pensar en una sociedad campesina opresiva, de reglas rígidamente codificadas, en la que el trance permitía a la mujer cierta liberación.
La celebración, convertida en una de las manifestaciones más importantes del sur de la península itálica, tiene su ritmo, la ‘pizzica’. Se prolonga durante quince días, las dos semanas centrales del mes de agosto, en el corazón de Salento. Y en la actualidad atrae a la fiesta final de Melpignano a más de 100.000 personas –en diez años se ha triplicado el número de espectadores-. Es el mayor homenaje a la ‘pizzica’ salentina y su fusión con otras músicas. Todo empezó a finales de los noventa cuando varios pueblos decidieron organizar un festival para la recuperación de la ‘pizzica’ y, de paso, o sobre todo, revitalizar la economía de la región. En la revista Mondomix, Phillipe Krümm asegura que muchos asistentes –entre 20 y 40.000 cada noche- llevan tambores para sumarse de forma entusiasta a los ritmos del escenario y que, al final de la noche, no es raro cruzarse con jóvenes que tienen las manos ensangrentadas.
La tradición está representada por veteranos como el cantante Uccio Aloisi o los Cantori di Carpino, pero hay jóvenes como los Tamburellisti di Torre Paduli o Ariacorte a los que pueden añadirse grupos innovadores como Nidi D’Arac, presentes también este verano en La Mar de Músicas. Cuenta Tiziana Sforza que, hace siete años, nació el Ensemble ‘La Notte de la Taranta’, absorbiendo a otros conjuntos y enriqueciéndose de todas las secciones de instrumentos de una orquesta. La tarea de dirigir el concierto de clausura, en Melpignano, la han ejercido desde Joe Zawinul a Stewart Copeland, que firmó el disco del concierto del 17 de agosto de 2003 y al que han sido entregadas las llaves de la localidad. También han llevado la batuta Daniele Sepe, Piero Milesi, Vittorio Cosma, Ambrogio Sparagna y Mauro Pagani.
Para el etnomusicólogo Giuseppe Gala, la ‘pizzica’ convertida hoy casi en ‘rave’ “es baile y mucho más; un emblema, un poderoso reclamo, la garra de un nuevo mito cultural que crea tendencia, espectáculo, turismo, mercado editorial y musical. Aun así, detrás de la cuestión de la danza popular, se echa en falta en Salento una investigación profunda acerca de los bailes antiguos y unos adecuados estudios etnocoreográficos. Las distintas ‘neo-pizzicas’ que circulan por los conciertos han sido reinventadas sin un cotejamiento real ni una compenetración recíproca coherente entre los modelos tradicionales”.
En cuanto al director de la velada, no necesita presentación: en su tarjeta de visita bastaría poner “Stewart Copeland, ex batería del grupo Police”. Hijo de un antiguo agente de la CIA, Copeland nació el 16 de julio de 1952, en Virginia (Estados Unidos), y anda de lo más ocupado en las más diversas historias musicales. Con él habrá más de veinte músicos.
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