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EXPOSICIONES
Conocido en el mundo artístico y entre sus más allegados como Charris, el pintor utiliza el apellido materno para firmar sus trabajos que, con predominio de la pintura, abarcan también pequeñas cajas con sugestivas escenografías, gomas bicromatadas, fotografías, imágenes manípuladas por ordenador, objetos... todo un universo cargado cargado de una impronta muy personal que algunos críticos como Juan Manuel Bonet o Fernando Huici se han apresurado a calificar como universo "charriano". En 1980 comienza sus estudios en Valencia en la Facultad de Bellas Artes de San Carlos; en sus visitas al Museo de Bellas Artes de la ciudad, toma contacto con la pintura de Joaquín Sorolla y de Antonio Muñoz Degrain. Una vez obtenida la licenciatura, el artista vuelve a Valencia en 1999 para exponer en el Museo IVAM -Centro del Carmen- de la mano de una de las grandes comisarias del mundo del arte, la norteamericana Gail Levin. Charris es uno de los más importantes artistas de la nueva figuración española de los años noventa. Devorador incansable de libros, películas, cómics y folletos de agencias de viaje, el pintor atesora en su estudio cartagenero un sin fin de objetos populares que ha ido recopilando desde su infancia y que suelen ser fuente de inspiración para la realización de posteriores trabajos. Sin embargo, no debemos olvidar sus preferencias pictóricas más reconocibles; se orientan hacia la obra de Miró, Dalí, De Chirico, Magritte, Hopper o el pop americano, sin dejar de lado su admiración por personajes tan populares como Tintín, Popeye, Micky Mouse o la Castafiore. A pesar de todas estas referencias, estamos ante un pintor profundamente contemporáneo. Su obra es fruto de la observación cotidiana del mundo que le rodea, salpicada con la ironía propia de un lugareño mediterraneo, entusiasmado por las culturas de gran calado étnico y por todos los acontenimientos que se sitúen al margen de la oficialidad.
Por este motivo, la exposición sobre Mali ha sido un gran reconstituyente para su obra. El artista se impregnó de la luz, de las gentes y del paisaje del país africano, almacenando sus vivencias en cerca de treinta carretes. Su entusiasmo se contagiaba al oirle hablar sobre experiencias y al ver sus primeros cuadros, ya supimos que Mali se había unido para siempre a Charrilandia.
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