Lila Downs irradia una mexicanidad tan premeditada como innata y trae a la mente el colorido imaginario de una Frida Kahlo musical. Y al igual que Chavela, la cantante emula el talante provocador y el atuendo indigenista de la pintora. Hija de una indígena mixteca (etnia del sur de México) y de un cineasta de Colorado (Estados Unidos), por sus venas corre sangre de dos culturas aparentemente inconciliables. Su herencia y su formación es claramente mestiza: estudió música en Oaxaca y antropología en Minnesota, su madre la enseñó a amar la tradición mexicana y su padre le abrió las puertas al mundo de los clásicos como Bob Dylan y John Coltrane. Resultado de todo ello es un estilo ecléctico que funde melodías del norte y del sur como la ranchera, el son, el jazz e incluso el hip-hop, pero cuya temática es rotundamente mexicana. Aunque comenzó a cantar en los años ochenta, la fama tardó en llegar. Ella misma reconoció que, durante años, fue demasiado gringa para el gusto mexicano y demasiado morena para triunfar en Estados Unidos. En 2001 por fin consiguió saborear el éxito internacional con su disco La línea/Border, inspirado en la cultura norteña y en las grandes figuras de la canción popular latinoamericana como Lucha Reyes, Amparo Ochoa y Mercedes Sosa. El mundo no hispano la conoció en el año 2003, cuando saltó al escenario de los Oscar junto al brasileño Caetano Veloso para interpretar el tema principal de la película Frida: Burn it blue. Desde entonces el público de Europa y América no ha dejado de conocer la virtuosa voz de Lila, su formidable capacidad de pasar del agudo al grave y el sentimiento puesto al límite en cada canción. Ana Lila Downs Sánchez comenzó a acaparar portadas. Los medios se refirieron a ella como El Tesoro de México, la Frida Kahlo de la música y sobre todo como la heredera de Chavela Vargas. En el año 2007 sufrió uno de los peores golpes de su vida. Al igual que le pasó a Frida Kahlo, los médicos le anunciaron que no podría tener hijos. Pensó que la tristeza ya no la abandonaría jamás. Salió del paso, ayudada por su madre, su curandera y su pareja de siempre, el compositor y saxofonista newyorkino Paul Cohen, con quien finalmente adoptó un niño. Es sin duda una de las artistas más importantes de la música popular latinoamericana. Viene de nuevo a La Mar de Músicas, no lo hacía desde 2007, a presentar su último disco Balas y Chocolate, álbum dedicado a la celebración del Día de Muertos, pues refleja la manera en que los mexicanos, y algunos latinoamericanos, conciben la partida del mundo terrenal: con gracia, alegría, folclore e incluso, picardía.
Noche del periódico La Verdad.